Un vistazo a la Breve Historia de la Humanidad

Cómo logró nuestra especie imponerse en la lucha por la existencia? ¿Por qué nuestros ancestros recolectores se unieron para crear ciudades y reinos? ¿Cómo llegamos a creer en dioses, en naciones o en los derechos humanos; a confiar en el dinero, en los libros o en las leyes? ¿Cómo acabamos sometidos a la burocracia, a los horarios y al consumismo? ¿Y cómo será el mundo en los próximos milenios?
En esta obra se traza una breve historia de la humanidad, desde los primeros humanos que caminaron sobre la Tierra hasta los radicales y a veces devastadores avances de las tres grandes revoluciones que nuestra especie ha protagonizado: la cognitiva, la agrícola y la científica. A partir de hallazgos de disciplinas tan diversas como la biología, la antropología, la paleontología o la economía, Harari explora cómo las grandes corrientes de la historia han modelado nuestra sociedad, los animales y las plantas que nos rodean e incluso nuestras personalidades. 
Nos presenta ahora un ensayo divulgativo para determinar los principales hitos de la historia del Homo sapiens, desde su aparición hace 200.000 años hasta el momento actual. Naturalmente, un relato de este tipo lleva consigo señalar sólo los acontecimientos más relevantes, dejar largos periodos casi en blanco y asignar un holgado espacio a la interpretación personal de los hechos. Al mismo tiempo, si quiere garantizarse un público amplio, debe echar mano de unos recursos expositivos que combinen las abundantes lecturas con un lenguaje directo y desenfadado, lo que constituye sin duda uno de los principales atractivos de la obra.
Está divida en cuatro partes: la primera, se enfoca más en los orígenes del mundo, se desenvolviéndose temas más del campo para la física, la química y la biología on la aparición sobre la Tierra del género Homo, con su evolución hasta llegar al triunfo del Homo sapiens sobre otras especies humanas, que se extinguieron y animales; mientras se producía una  "revolución cognitiva" con la creación de un lenguaje ficcional como cimiento de su superioridad y evolución. La segunda parte trata de la “revolución agrícola” o también llamada revolución neolítica. Ese momento que transformó la sociedad de cazadores-recolectores nómadas en otra de agricultores y pastores sedentarios, hace unos 10.000 años. Cabe mencionar que este progreso se complementa a partir de  la aparición de organizaciones complejas para ordenar la producción y la distribución de los acrecentados bienes, lo que conllevó inevitablemente la jerarquización de los grupos, de modo que las clases superiores como ser reyes, sacerdotes, administradores, grandes propietarios, etc., tendieron a la discriminación y la opresión de las masas de trabajadores. En este punto, Harari explica el estudio del patriarcado, incluyendo el predominio del hombre sobre la mujer, que las sucesivas ideologías han tratado de legitimar como el “orden natural de las cosas”, que ni es orden ni es natural, sino una forma más del dominio histórico de los grupos más poderosos sobre los más débiles. Sin embargo, Esta es otra clave. Solo a este autor se le ocurre decir que la revolución agrícola es una trampa. Es necesario leer este libro para encontrar en esta línea de argumentación un razonamiento como éste: “Esta es la esencia de la revolución agrícola: la capacidad de mantener más gente viva en peores condiciones”.
La edad moderna es el punto principal de la tercera parte, el periodo de la primera globalización y de la aparición de los grandes imperios mundiales. Imperios que tienen su base en la ambición, es decir, en el dinero, por mucho que se disimule bajo la capa de la "pesada carga del hombre blanco" de evangelizar, de civilizar o de democratizar a otros pueblos, como por ejemplo el imperio Español y el Británico. En esta parte del libro entra un discurso importantes sobre las religiones y el papel que juegan, donde se hace una discreta apología de los politeísmos, que conllevan una abundante dosis de tolerancia, y se claman contra el fanatismo de los monoteísmos, obviamente inclinándose más en el cristianismo y el islam que por ejemplo en el judaísmo. Y sus resultados: la intolerancia para los que no acepten su verdad única, los antagonismos internos, las guerras santas, es decir las cruzadas e yihads. Como se vio, los emperadores romanos mandaron menos cristianos a los leones en tres siglos que los cristianos a otros cristianos a la muerte en sólo 24 horas, las del día de San Bartolomé, tan celebrado por los magnates católicos los supuestamente caritativos, incluyendo el Papa de Roma. Finalmente la cuarta parte se inclina se dedica a la "revolución científica", aunque no se limita a este episodio situado tradicionalmente en el siglo XVII europeo, sino a todos los hallazgos de los últimos 500 años en el terreno de la ciencia. Incluyendo los grandes avances tecnológicos a partir de la revolución industrial hasta los más recientes de la ingeniería genética.  Y también de las limitaciones de este nuevo poder del hombre, que acelera el deterioro climático, que agrede a su propio hábitat, que se obsesiona por las cifras de la macroeconomía, pero al mismo tiempo se despreocupa de la felicidad cotidiana de millones de individuos.
No hay justicia en la historia, vivimos dia a dia en una sociedad basada en las jerarquías, sistemas de castas y estratificaciones parecidas a la de los sapiens, que son producto de su imaginación, es decir de los constructos imaginados, ya que las jerarquías sociales o las casta no tienen nada de biología y mucho menos de base lógica, no son reales, pero parece una contradicción porque existen. Entonces este animal dotado de preferencias evolutivas se salió con las suyas construyendo con el trascurrir de los años el orden social a base de elementos inmateriales finamente justificados y compartidos por los demás de su especie. La historia registra que es esta invención, el orden social, que facilita el reacomodo social, nada ha sido nada justo, por cierto. Para el caso, con tan solo repasar la discriminación de los negros e indígenas y su esclavización, la minimización de la mujer, la explotación de los obreros fabriles, la discriminación de los homosexuales, etc.
Por lo tanto, los constructos imaginados, artificialmente creados, compartidos por grandes grupos humanos se tornaron cada vez más refinados y esto contribuyó a que la gente se acostumbrara a pensar de una determinada manera, a comportarse de acuerdo con determinados estándares y bajo diferentes limitaciones, desear ciertas cosas y observar determinadas normas. A esta manera de pensar, creer y actuar se le denominó “Cultura”. La cual se caracteriza por ser cambiante y especialmente contradictoria o en otras palabras, disonancia cognitiva. Lejos de ser una desventaja es o ha sido una condición a favor que ha facilitado el flujo constante a través de la historia. Por ello la historia tiene una dirección que tiene como base la unificación global. Estamos presenciando los hechos que son  producto de la globalización, del cambio de una sociedad humana caracterizada por una constelación de países o naciones a la unificación de bloques de países, la idea de un cierto orden universal.
El autor señala que el dinero es lo más universal y el más eficiente sistema de confianza mutua que jamás se haya inventado. Lo que creó dicha confianza fue una red muy compleja y a muy largo plazo de relaciones políticas, sociales y económicas. El capital es el único sistema de confianza creado por los humanos que puede salvar casi cualquier “brecha cultural”, y que no discrimina sobre la base de la religión, el género, la raza, la edad o la orientación sexual. Gracias al dinero, incluso personas que no se conocen y no confían unas en otras pueden cooperar de manera efectiva. El dinero se basa en dos principios universales; el principio de convertibilidad universal, se puede convertir la tierra en lealtad, la justicia en salud y la violencia en conocimiento; el segundo, es la confianza universal, con el dinero como intermediario, dos personas, indistintas, pueden cooperar en cualquier proyecto. El capital ha sido esencial tanto para construir imperios como para promover la ciencia a lo largo de la historia.
La religión, ha sido la tercera gran unificadora de la Humanidad. El papel histórico unificador de la Religión ha consistido en conferir legitimidad sobrehumana a los órdenes y jerarquías sociales que por supuesto son imaginadas por el hombre. Las religiones afirman que nuestras leyes no son el resultado del capricho humando, sino que son ordenadas por una autoridad absoluta y suprema. Esto ayuda a situar al menos algunas leyes fundamentales más allá de toda controversia, con lo que se asegura la estabilidad y orden social. El autor hace una diferencia bien interesante entre las religiones teístas, es decir, el Islamismo, el Cristianismo, el judaísmo por ejemplo, y otras religiones que él llama Religiones de Ley Natural tales como el liberalismo, el comunismo, el nacionalismo y el nazismo. Dice que a estas creencias no les gusta que se les llame religiones sino que prefieren llamarse ideologías. Pero es igual, pues todas son todas religiones al fin y al cabo. Si una religión es un sistema de normas y valores humanos que se fundamenta en la creencia en un orden sobre humano, no necesariamente sobrenatural, entonces el comunismo soviético no era menos religión que el islamismo.
Las religiones no necesariamente teístas, que el autor llama Religiones Humanistas, es decir las que veneran a la humanidad son tres: Humanismo Liberal: que afirma que la humanidad es individualista y reside en cada individuo. El mandamiento supremo es proteger el núcleo interno y la libertad de cada Homo Sapiens individual. Humanismo Socialista: que dice que la humanidad es colectiva y reside en la especie Homo Sapiens como un todo. El mandamiento supremo es proteger la igualdad de la especie homo Sapiens. Y finalmente el Humanismo Evolutivo: el cual explica que la humanidad es una especie mutable; es decir, que los humanos podrían degenerar a subhumanos o evolucionar a súper-humanos.
El mandamiento superior que tienen en común estas tres religiones es como se pudo observar es “Homo Sapiens” quien posee una naturaleza única y sagrada que es fundamentalmente diferente de la naturaleza de todos los demás seres. Por lo tanto el bien supremo es el bien de la humanidad.
En cuanto a la ciencia: Un 16 de julio de 1945, científicos estadounidenses detonaron la primera bomba atómica en Alamogordo, Nuevo México. A partir de aquel momento, la humanidad tuvo la capacidad no solo de cambiar el rumbo de la historia, sino de ponerle fin. El proceso histórico que condujo a Alamogordo y a la Luna se conoce como Revolución Científica. Pero según este autor el descubrimiento fundacional de la revolución científica fue el descubrimiento de América. A partir de dicha revolución la humanidad ha obtenido nuevos y enormes poderes al invertir recursos en la investigación científica. Se habla de una revolución porque, hasta aproximadamente el 1500 D. C., los humanos en todo el mundo dudaban de su capacidad para obtener nuevos dominios en el ámbito de la medicina, militar y económico.
La disposición a admitir que no se sabe todo. La curiosidad e incentivo humano por saber todas o la mayoría de las respuestas a sus preguntas más importantes. Esto es lo que es verdaderamente revolucionario en la gente de ciencia de hoy en día,  descubrir la ignorancia y aprovechar este conocimiento para concluir con ella. Las observaciones sistemáticas de la realidad y el empleo de herramientas matemáticas para diseñar nuevas teorías generales. El uso dichas teorías para adquirir nuevos poderes. Saber es poder. Son algunas características que describen a la ciencia de hoy.
La investigación científica solo puede florecer en alianza con alguna religión o ideología. Pues esta justifica los costos de la investigación. A cambio la ideología influye sobre las prioridades científicas y determina qué hacer con los descubrimientos. La unión perfecta se da entre la ciencia y el imperialismo moderno como lo conocemos, gracias a una fuerza particularmente importante, el capitalismo. Si no hubiera sido por hombres de negocios que buscaban hacer dinero, Colón no hubiera llegado a América, James Cook no habría alcanzado Australia y Neil Amstrong nunca habría llegado a la Luna.
Ahora bien la creencia del capitalismo en el crecimiento económico perpetuo va en contra de casi todo lo que conocemos acerca del universo. Cuando el crecimiento se convierte en un bien supremo no limitado por ninguna otra consideración ética puede conducir fácilmente a la catástrofe. El autor se pregunta: ¿acaso el pastel económico puede crecer indefinidamente? Todo pastel necesita materias primas y energía. Los profetas de la catástrofe advierten que tarde o temprano Homo Sapiens agotará las materias primas y la energía del planeta Tierra. ¿Y qué ocurrirá entonces?


Comentarios

Entradas populares de este blog

Construyendo pirámides

“Pulp Fiction” (Tiempos Violentos)

La leyenda negra y la leyenda blanca de la conquista de América