La luz en la Copa, el cine experimental…


La noche de martes de un 29 de agosto en el cine Club UCB, ubicado en el Multicine, tuve el gusto de ver un largometraje del cine experimental; es un cine que no sigue los patrones que  del modo de producción del cine comercial (lo que se ve en Hollywood y en capitales de Europa). Se llama cine experimental porque está muy relacionado con la poesía, las artes plásticas y en la medida que no obedece las normas ni reglas, sino persigue los sueños y deseos. Nace de la motivación de cineastas que pretenden narran historias en un lenguaje nervioso, diferente y desobediente.
La luz en la Copa, es un film que exige al espectador una actitud diferente, una voluntad de comprender, atención a la obra en su máxima potencia (ya que cada detalle, narrativo como artístico son netamente esenciales) y “una complicidad artística que el cine comercial no demanda”. Como lo dijo el representante de la obra, que nos acompañó aquella noche.
Evidentemente se puede apreciar que, en el largometraje, el espectador arma su propio rompecabezas con las piezas que el joven director de cine, Alejandro Pereyra Doria Medina, brinda a través de las historias que cuenta, los lugares que muestra, los elementos, signos, significados, efectos, entre otros. No es un filme que pueda traducirse en una sinopsis. Sin embargo, no interesa si al final de la historia se haya logrado formar un rompecabezas, el director expuso las piezas al público de modo que realmente, haga un doble esfuerzo en ver y analizar cada instante del largometraje; saturando los planos de manera engañosa, jugando con las escenas (unas en horizontal, otras en vertical).
Si analizamos, a más a fondo sobre sobre los artificios que utilizó Pereyra en su obra, tenemos una variedad para nombrar, los que más recuerdo, entre tantos, planos invertidos, cámara lenta, cámara rápida, blanco y negro, saturaciones de colores, pixeleados, distorsiones, sub exposiciones y sobreexposiciones, planos invertidos, entre otros. Lo que hacen que cada imagen es un continuo collage de efectos y múltiples manipulaciones artísticas que no solo son atractivas e innovadoras para el público si no que te llevan a otra dimensión y te sumergen muy dentro de la historia que en ese momento se está contando. Bueno eso, en mi opinión.
El acompañamiento musical es ideal, cunado se mezcla con las voces y el efecto que transmite al espectador permite jugar con las emociones del mismo, a la vez juega como “contrapunto” desarmando un relato para hacerlo elíptico y no lineal.
Lo que más me encantó fue la manera en la que el director mezcla momentos de armonía y de estridencia, como si un ser sobrenatural se habría apoderado de la dirección. Nos explicaron después que la obra era algo así como un collage de historias que tenía en su mente el director que se desenvolvían en la Ciudad Blanca, Sucre; y obviamente, las historias llamarían más la atención de acuerdo al espectador. La que más me envolvió fue la historia de amor de los dos jóvenes, que al final concluye en una noche de año nuevo una perfecta repetición de escena natural (cuando encienden los fuegos artificiales, pero bueno ya no les cuento más porque prefiero que la vean).
Lo que hace diferente, llamativa a la obra es la manera en que la historia es, por ejemplo los personajes no son en sí actores profesionales (algunos) y se usan escenas que fueron tomadas “de provisto” que complementan de perfecta manera la historia, son piezas esenciales del rompecabezas.
No cabe duda que este film es el resultado de un arduo trabajo de años, como había mencionado al final el cortometraje estaba uno de los representantes quien se atrevió a resolver alguna de nuestras dudas, así como explicarnos el de tras de escena. Nos comentó que no había un guion definido, y que por lo tanto la mayor parte de la película se construyó en el rodaje. Sin embargo la atención emotiva estaba clarísima. Lo que se fue pareciendo a la escritura de un poema escrito en un arrebato. 

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